Por James A. Robinson*
Ha estudiado el desarrollo económico del país desde 2002
Colombia: el derrumbe parcial

El profesor James Robinson, coautor del best-seller “Por qué fracasan las naciones”, intenta responder si va a ser posible que una nueva Colombia emerja, una más pacífica y próspera, luego del Acuerdo de Paz con las Farc. Lo hizo en el discurso al recibir el Doctorado Honoris Causa que le otorgó recientemente la Universidad de los Andes.

 

Cuando vine por primera vez a Colombia, en julio de 1992, Pablo Escobar se había escapado de La Catedral, la electricidad era errática, los carros no se detenían en los semáforos en Bogotá durante la noche, y por poco soy testigo de primera mano de la toma de Pitalito por parte de las Farc en mi camino hacia las ruinas de San Agustín.

Hoy quiero compartir con ustedes lo que he aprendido sobre Colombia durante los últimos 23 años, y en particular una interpretación del conflicto que fue evidente desde mi primera visita. Este es el momento propicio para hacerlo, dadas las negociaciones exitosas con las Farc. Muchos colombianos, a pesar de sus reservas con el Acuerdo de Paz, anhelan con ansia que una nueva Colombia emerja, una más pacífica y próspera. La pregunta es si esto sucederá.

Para responder esta pregunta es útil saber dos cosas: primera, es natural preguntarse qué causa el conflicto colombiano; segunda, debemos preguntar si el acuerdo que firmó el Gobierno con las Farc va a lidiar con las causas del conflicto, suponiendo que esto es necesario para la paz.

Voy a examinar estas preguntas a través de los lentes de un reporte que fue preparado por un grupo de académicos llamado La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Este texto fue comisionado por el Gobierno y las Farc durante las negociaciones en La Habana. Los académicos fueron invitados a reflexionar sobre las causas del conflicto en Colombia. Entonces, no soy yo hablando, son ellos. ¿Qué pensaron ellos que era importante? Les voy a ilustrar esto con una imagen que muestra la frecuencia relativa de diferentes palabras que fueron usadas por los 14 académicos en sus ensayos. Al hacer esto no he contado las palabras como guerra, lucha, masacre, desplazamiento o violencia, porque estos fenómenos SON el conflicto, mas no la causa.

La Figura 1 muestra una “nube de palabras” con las frecuencias relativas de algunas palabras claves. El tamaño de las palabras es proporcional a su frecuencia. Entre más común la palabra, más grande. Pueden ver que las palabras más usadas son Estado y guerrilla. Tal vez no es tan sorprendente dado que son los principales combatientes del conflicto. Les siguen en importancia las palabras tierra y paramilitarismo, seguidas por élites y Frente Nacional. También vemos las palabras Gaitán y coca. Pablo Escobar está también ahí.

Figura 1.



La frecuencia con que estas palabras son usadas reproduce una narrativa familiar del conflicto colombiano. Este comenzó por eventos históricos específicos como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, por el conflicto sobre la tierra y la política elitista excluyente del acuerdo del Frente Nacional. El conflicto explotó en los años ochenta por la coca y Pablo Escobar.

Es natural pensar que para ponerle fin al conflicto se deben corregir estas causas. No podemos traer de vuelta a la vida a Gaitán y tampoco a Pablo Escobar (¡afortunadamente!), pero el conflicto sobre la tierra puede ser resuelto, la exclusión política reversada y la coca erradicada. Todos estos temas figuran en el acuerdo con las Farc.

Antes de discutir si el Acuerdo de Paz necesita o debe alcanzar estas metas, déjenme debatir algo más profundo que yace en el uso de la palabra Estado. Resulta muy significativo ver cuáles palabras son usadas en la misma frase junto a la palabra Estado. Esto lo muestro en la Figura 2. Hay diferentes formas de hacer esto, pero esta nube muestra las parejas de palabras más frecuentes en frases donde aparece la palabra Estado. La pareja más usada es “derrumbe parcial” y muchas otras parejas similares aparecen como debilidad-crónica, crisis-legitimidad, imperfecciones-deficiencias, relaciones paternalistas, agresión armada, recurre-represión e incumplimiento-deberes.



Figura 2.

La preponderancia de los usos de la palabra Estado en estos ensayos es muy negativa y se concentra en la incompetencia, ilegitimidad, falta de capacidad y el comportamiento arbitrario del Estado colombiano. No es sólo que el Estado colombiano sea un participante inevitable de la guerra civil; es su estructura y comportamiento los que aparecen como los factores claves que prolongan la guerra y tal vez, al menos según la perspectiva de estos académicos, la causa de la guerra.

Con esto en mente, déjenme retornar a la primera figura y revisar nuestras conclusiones iniciales sobre las causas del conflicto en Colombia. Imaginen, como nuestros académicos parecen creer, que el Estado colombiano carece de capacidad y competencia. ¿Es entonces sorprendente que los políticos sean asesinados? ¿Es sorprendente que si el Gobierno no les da títulos de propiedad a muchos colombianos y tampoco protege sus derechos de propiedad, se den disputas de tierra y expropiaciones? ¿Es sorprendente que la democracia esté capturada por élites de políticos tradicionales que crean acuerdos excluyentes como el Frente Nacional asegurándose de que nadie más tenga acceso al poder? ¿Es sorprendente que la ilegalidad florezca, sin un Estado que la detenga, y que Colombia se convierta en la capital del mundo de la coca o que Pablo Escobar sea elegido al Congreso en una alianza con uno de los partidos políticos tradicionales?

Entonces, el panorama general que surge de este análisis es que el “elefante en la habitación” del conflicto colombiano es la forma como el Estado se organiza y funciona -o no funciona-. La mayoría de las palabras que parecen relevantes en la Figura 1 son realmente síntomas de esto. Los colombianos ven el conflicto como el resultado histórico de eventos específicos como el asesinato de Gaitán, el Frente Nacional o Marquetalia y la formación de las Farc en 1964. En la Figura 1 encontramos las palabras “exclusión política”, pero éstas son usadas con menor frecuencia que “Frente Nacional”. Con todo, el hecho es que el Frente Nacional es sólo un ejemplo de un problema general de exclusión política que es una característica normal del tipo de Estado que tiene Colombia.

El hecho de que el conflicto sobre la tierra, por ejemplo, sea un síntoma del conflicto y no una de sus reales causas, no significa que no sería útil resolverlo, pues una vez iniciado el conflicto éste sólo perpetúa los agravios y esta es la razón por la cual era un tema principal en las conversaciones en La Habana. Pero pregúntense ustedes esto: dadas las imperfecciones y deficiencias del Estado colombiano, ¿deberíamos realmente esperar que este acuerdo sea capaz de resolver tales conflictos? Y, ¿por qué un Estado colombiano caracterizado por una “presencia diferenciada” en el país sería capaz de implementar un “desarrollo rural comprehensivo” cuando ha fallado en hacerlo por décadas? ¿Lo logrará sólo pasando más leyes?

El lugar en donde el acuerdo en La Habana se acerca más a las causas del conflicto es en la sección de participación política. Mucho de esto lidia con crear una representación garantizada para las Farc, que es una característica muy común en los acuerdos de paz firmados anteriormente: los liberales obtuvieron representación al final de la Guerra de los Mil Días con el voto incompleto que les garantizaba un tercio del Congreso. El M-19 obtuvo representación también.

De mayor importancia son las medidas que tratan de hacer al sistema político más incluyente al promover movimientos sociales, transparencia y rendición de cuentas, dando recursos a nuevos partidos políticos y la posibilidad de introducir mayor supervisión popular de las instituciones estatales. Sin embargo, reflexionen sobre el hecho de que el mismo partido del presidente Santos violó las reglas del financiamiento durante su campaña de reelección con completa impunidad. Esto muestra que el hecho de que la política sea o no más excluyente depende de cómo se comporta el Estado y si el Estado realmente va a hacer cumplir las leyes.

Hay una gran ironía en esto. El Gobierno y las Farc escogieron un grupo de académicos expertos para que analizaran las causas del conflicto colombiano. Los académicos identificaron correctamente lo que considero es la causa real del conflicto, el “derrumbe parcial” del Estado colombiano. Pero el Gobierno y las Farc los ignoraron. Aún peor, el Gobierno y las Farc parecerían creer que la paz puede ser alcanzada confiando en las capacidades y buena voluntad del “derrumbe parcial” para implementar el acuerdo. Pues no se puede confiar.

¿Qué debió haber pasado en Cuba? Dos cosas. Primera, el acuerdo se debió haber concentrado en tratar de arreglar el “derrumbe parcial”. Segunda, se debió tomar una visión realista de lo que el Estado que realmente existe en Colombia puede lograr. No se trata de lo que es deseable, sino de lo que es posible. En este caso la parcialidad de lo parcial es importante. ¡Nos da esperanza que los académicos no usaron la expresión “derrumbe total”!

Arreglar el “derrumbe parcial” no es fácil. Es un reto político. Volvamos a la Figura 1. Anteriormente no enfaticé la presencia de las palabras élites, clientelismo o corrupción. Aunque es un desastre para el país, mucha gente en Colombia se beneficia del “derrumbe parcial”. Por esto es tan difícil que cambie.

Tratar de entender qué es posible tampoco es fácil, pero la historia colombiana nos ayuda, así como la parcialidad del derrumbe. No todo es un derrumbe en Colombia; el truco es tratar de identificar qué no lo es y tratar de ampliarlo y difundirlo.

Sin embargo, un obvio “derrumbe total” es la tierra. Mientras que los colombianos han pasado innumerables leyes para hacer la distribución de la tierra más equitativa durante 50 años, lo opuesto ha ocurrido y ahora su distribución es más desigual. Al mismo tiempo han pasado leyes que expanden dramáticamente el acceso a la educación.

Esto es ciencias sociales básicas. El conflicto sobre la tierra es de suma cero. Si usted tiene un pedazo de tierra, yo no lo puedo tener. Si yo lo tengo, usted no lo puede tener. Las leyes no se implementan porque la gente poderosa no quiere que esto suceda. Pero si yo tengo educación, eso no impide que usted tenga educación. Es por esto que una institución como la Universidad de los Andes es tan importante para el futuro de este país. La palabra educación está en la Figura 1, pero es mucho más pequeña que la palabra Tierra.

¿Por qué el Gobierno y las Farc firmaron semejante acuerdo que ignoró el elefante en la habitación? Creo que es porque el Gobierno no está interesado en cambiar a Colombia. Las élites políticas colombianas tienen la narrativa de que Colombia es un país exitoso y que han tenido mala suerte. Mala suerte con la Revolución Cubana, mala suerte con la coca, mala suerte con Pablo Escobar (pudo haber sido venezolano). Si no hay nada mal, no hay nada que arreglar y, por eso, el “fortalecimiento selectivo” del Estado en la Figura 2. Y miren qué tan pequeña es la palabra “impuestos”, no hay necesidad de pagar impuestos si no es necesario transformar el Estado. De hecho, Juan Ricardo Ortega trató de hacer su trabajo y recolectar impuestos como director de la DIAN y tuvo tantas amenazas de muerte que fue obligado al exilio en Estados Unidos con su familia.

En lugar de esto, el Gobierno cedió lo mínimo para llegar a un acuerdo (si hubieran pensado que un desarrollo rural comprehensivo era una buena idea, ¿por qué no lo implementaron desde un principio?). Lo hicieron de forma brillante y nadie está más feliz que yo porque esto se haya alcanzado. Las Farc han causado una cantidad de miseria incontable en este país desde 1964 y sería algo magnífico si se pueden reintegrar a la sociedad.

El problema es que sin una solución al “derrumbe parcial” todo puede renacer nuevamente como ha sucedido en el pasado. Siempre habrá agravios y conflictos sin resolver y los “emprendedores políticos” estarán dispuestos a explotarlos. ¿Quiénes van a ser estos emprendedores? No lo sé, pero probablemente ya hay potenciales candidatos en los Rastrojos, los Urabeños, la Oficina de Envigado y de pronto los desmovilizados de las Farc. Miren a su alrededor la animosidad hacia el capitalismo y la desigualdad hoy en día, y pregúntense si esta animosidad no puede tornarse violenta en el futuro.

¿Por qué las Farc firmaron este acuerdo? ¿No hubieran podido usar su poder de negociación para poner el elefante en la mesa? De pronto. Pero tal vez ellos sólo quieren tener “su turno para comer”, como dicen en África. Espero que me demuestren lo contrario.

¿Qué significa todo esto para ustedes, quienes se gradúan? Ustedes han estudiado en una institución maravillosa: incluyente, meritocrática, que no es clientelista o corrupta. Ok es un poco elitista, pero representa muchas de las cosas que Colombia no es y que Colombia debería aspirar a ser. Están acá presentes en la parte exitosa del derrumbe parcial, pero deberían salir de esta burbuja rola y explorar el resto del derrumbe. Este país los necesita y necesita todas sus capacidades. No sean como Miguel Antonio Caro, quien nunca abandonó la sabana de Bogotá. Si trabajan en el sector público o privado lo importante es dar soluciones al derrumbe y no beneficiarse de éste. Estos derrumbes no pasan por accidente, pasan porque la gente común toma acciones todos los días que los crean y los reproducen. Todo lo que necesitan hacer es aplicar en sus vidas los mismos principios que han aprendido en esta gran universidad y así pueden desmantelar el derrumbe. Entonces, ¡qué país tan maravilloso que sería este!


* Discurso pronunciado durante el otorgamiento del Doctorado Honoris Causa en la Universidad de los Andes, en Bogotá.

Tomado de: El Espectador, 1 Abr 2017

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